La popularización del uso de la cámara fotográfica ha permitido preservar numerosas imágenes de diferentes sectores sociales, de infraestructura, costumbres y festejos. Esta información enriquece el acervo documental de los archivos y, por ende, el patrimonio documental de un país.
Para Myriam Loaiza y Marcela Rodríguez, la fotografía como fuente histórica es transmisora de cultura y un elemento de identidad social. Su imagen permite una interpretación aproximada del hecho histórico. Sin embargo, su análisis debe ser cauteloso; el investigador debe tomar en cuenta otros aspectos de la fotografía como el contexto en que surgió, la imagen en sí misma, la intención del fotógrafo, las relaciones y el montaje. En ocasiones la fotografía forma parte de un expediente, acompañada de documentos textuales o gráficos, lo cual dará mayor información y veracidad a la imagen que se emite.
Félix del Valle Gastaminza, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, clasifica las fotografías en tres categorías:
1. Artística, se produce con finalidad de expresión artística.
2. Documental, se produce con intención de documentar el quehacer de una organización.
3. Privada, son las imágenes comunes de individuos privados, cuyos fines también son privados.
Sobre el valor de la fotografía como fuente de información, la archivista española Antonia Heredia Herrera afirma que esta presenta una doble dimensión: informativa y artística. Su origen siempre está sujeto a la voluntad de alguien que decide su creación, ya sea a instancia de fotógrafos y a la iniciativa de cualquier institución pública, en contraposición con los documentos de archivo cuyo origen es natural y no arbitrario.